Descarga.

No sé si es el bajón anímico asociado al neumotórax o que empiezo a estar hasta las narices, pero lo cierto es que uno de mis mayores miedos desde que me diagnosticaron la LAM era perder calidad de vida, y cada vez soy más consciente de cómo la he ido perdiendo en el último año.
Por cuarto mes consecutivo vuelvo a tener otro neumotórax, éste es pequeño y no hace ni falta que me vaya al médico porque ya sé lo que tengo que hacer, pero aun así, fastidia bastante. Me jode (sí, lo he escrito) no poder salir de fiesta un sábado por la noche sin que a la semana siguiente tenga otro precioso neumo, me jode no poder ir a la montaña, me jode a la hora de plantear una excursión decir que si es plana me apunto pero que si hay desnivel entonces no voy, me jode no poder hacer ni una clase de aeróbic, me jode cuando estoy tan cansada no ser capaz ni de aguantar una clase de mantenimiento...
Así que dejarme decir “puta mierda!!!” (sí, sé que no suelo escribir normalmente así, lo siento, pero necesito soltarlo y como el blog es mío....)

Soledad.

Una de las cosas que recuerdo que más me costó al irme a vivir sola, fue precisamente esa, superar la soledad. Estaba en un piso que me venía grande y en el que todo eran rincones vacíos y el eco era lo único que obtenía como respuesta si me daba por hablar en voz alta. Ahora lo recuerdo como algo muy lejano, con el tiempo me he acostumbrado a ir a mi ritmo, a tener el sofá a mi entera disposición y a levantarme en el lado contrario de la cama al que me acosté, entre otras muchas cosas. No se trata de que me guste la soledad, a veces echo de menos el tener a alguien al lado, pero sí que me he acostumbrado a estar conmigo misma, y hasta me llevo mejor de lo que me imaginaba ;)

Seda.

Y estas son algunas de las cosillas que hago en mis ratos libres:

Ahora cada una de ellas ya tiene dueño ;)

Enseñanzas.

Una de las frases que más me costó entender pero que más me ha servido cuando la he comprendido y aplicado es la que dice algo así como que:”Las ramas de los árboles tienen fieles a sus pájaros porque no exigen, simplemente ofrecen”
He aprendido que exigiendo normalmente sueles conseguir el efecto contrario al deseado y cuanto más exiges menos consigues y más exigente te vuelves de forma que entras en un circulo vicioso del que si quieres salir necesitas unas buenas dosis de humildad y de empatía.

Esfuerzos.

Hace mucho tiempo escribí sobre el papel una historia sobre un granito de arena que se sentía solo entre la multitud de granitos que le rodeaban en la playa. Es curioso pero demasiadas veces ha venido esa imagen a mi mente.
El sábado celebramos el cumple de Nol y la proporción de gente de otros países casi igualaba a la de gente de aquí. Me di cuenta que realmente un simple gesto no supone tanto esfuerzo pero en cambio puede hacer que una persona que está lejos de los suyos pueda sentirse mucho mejor.
Ayer hablando con Piú me comentaba que Dun, por su carácter, se ha quedado realmente colgada y que no tiene amigas porque es incapaz de adaptarse a nadie y tienen que ser siempre los demás los que se adapten a ella. Me sabe mal, porque sé lo mal que se puede pasar, pero tal y como es, intentar decirle algo es recibir una lluvia de reproches (inventados) y de historias infantiles que ahora no me apetece.

Me he dado cuenta que no me importa hacer ese pequeño gesto de acogida hacia personas que se lo merecen y realmente valen la pena, en cambio, y aunque en el fondo me sigue sabiendo realmente mal, si la persona no me aporta nada bueno, el menor gesto representa un enorme esfuerzo que no estoy dispuesta a hacer.