sábado, enero 31, 2009

Magia.

Como si de una historia de las mil y una noches se tratara, allí estaban ellas, las dos princesas, caminando por la calle cuando sin saber a ciencia cierta de dónde había salido tenían enfrente suyo a un sultán de otro reino, un sultán que afirmaba ser mago.
Ellas, primero se miraron, se sonrieron y desconfiaron de la palabrería del mago mientras se protegían sus bolsas disimuladamente. Pero no fue necesario, el mago sacó su baraja de cartas y empezó a hacerles trucos, primero a una y luego a la otra. Las dos reían encantadas ya que momentos antes no sospechaban que iban a ser las protagonistas de una historia de magia. La conversación fue transcurriendo de casualidad en casualidad y de la misma forma que empezó, terminó, pero con la sensación de haber compartido unos momentos mágicos.
Y es que, al menos una de ellas, había olvidado que donde menos te lo esperas puede saltar la chispa de la magia, sólo es cuestión de estar atento ;)

lunes, enero 19, 2009

Radio patio.

Tengo que decir que soy una persona a la que no le atraen especialmente los cotilleos ni los chismorreos. A pesar de eso, donde yo he crecido es una calle en la que todo son casas bajas de una única altura en la que todo el mundo conoce a todo el mundo, y lógicamente las vecinas han visto crecer a los hijos de las demás, y teniendo en cuenta que se trata de lo que en su momento fue un barrio de inmigrantes de gente del sur pues especialmente un par de las vecinas se encargan de controlar en todo momento cuando un coche aparca de salir a la calle para ver quién es y de paso saludar y preguntar por la vida, si es que a pesar de todo son gente muy educada.
Yo he ido siempre a mi bola pero claro, si has vivido allí no es tan fácil escapar de los rigurosos controles a los que te someten: "ya me han dicho que te separas, con lo majo que se veía!" "uy! hay que ver lo bien que estás desde que te separaste!" "y no tienes pareja ahora?" "y cómo te va en tu nuevo pisito?" "y qué tal por el trabajo que he oido que has cambiado?" preguntas educadas a las que yo que soy bastante reservada contesto de la manera más brevemente posible.
Al final con el tiempo te vas acostumbrando y cuando ya las ves en la puerta les comentas algo del tiempo para evitar que sean ellas las que pregunten primero. Pero la verdad es que esto tiene su lado divertido. Yo a mi madre le explico lo básico de mi día a día, pero no soy una persona de dar muchos detalles, por lo que claro, la pobre mujer va bastante descolocada pero yo creo que ya la tengo acostumbrada. A lo que iba, lo divertido del caso es cuando como yo el sábado por la tarde quedé para un simple café en Sabadell, y claro vi a un par de estas vecinas, estando yo acompañada de un chico no pude evitar más que reirme y anticiparme a la jugada. Efectivamente, esta mañana mi madre me informaba de que le habían dicho que yo ya tengo pareja (no entiendo a la gente!) y que además, era un chico que se veía mayor que yo pero que hacíamos muy buena pareja. No he podido evitar reirme otra vez y decirle a mi madre que menos mal que no me vieron ayer, que quedé no con uno sino con dos chicos y encima también guapísimos! ;)

domingo, enero 18, 2009

Inconcreto.

Este ha sido un finde que no sabría cómo definir, no he parado mucho y tampoco me he agobiado pero aún así hay un trasfondo que no sé cómo identificar ni como aclararlo.
Creo que tras hablar de relaciones absorbentes o de agobios o de la necesidad de desconexión, unas horas más tarde yo me dí cuenta de cómo una relación de amistad también puede ser absorbente, de cómo yo he ido dejando que esto sucediera y, la verdad, no sé si se pueden tener “revelaciones” o “despertares” o “madurar” en una discoteca, pero yo ayer sobre las tres de la madrugada, en un ambiente house y sin haber bebido nada en la noche, me acordé de la frase de Marcelo: “tienes que cambiar el entorno que te rodea”, fue como un flash, lo entendí a la vez que cuando me dijo que ya era hora de que tenía que empezar a decidir por mí en lugar de dejarme llevar. Lo curioso es que mientras llegaba a casa tenía la necesidad de desaparecer, de coger la maleta y de irme lejos, sin dar explicaciones ni justificarme ni nada más, eso lo pensaba yo que por la tarde casi había metido una bronca a alguien por hacer eso mismo que yo estaba pensando mientras explicaba que yo no conseguía entender ese comportamiento.
Sé que esto no es un post, sé que sencillamente estoy vomitando las ideas para ver hacia donde me llevan, pero sí que me doy cuenta que estoy en proceso de cambio, no sé hacia donde ni con qué fin, pero la verdad es que la sensación es como si hubieran removido completamente por dentro y ahora las cosas no supieran muy bien como asentarse del todo otra vez. Sé que las collejas me van a empezar a llegar pronto y sé que van a ser fuertes. Lo bueno es que por primera vez en mucho tiempo no es algo que me angustie o me atemorice, sencillamente está ahí y punto.
(pero necesito desconectar!)

domingo, enero 11, 2009

Dos palabras.

El otro día hablando con mi wapis salió en la conversación sobre lo que nos cuesta decir un “te quiero” a las personas que realmente nos importan. Es fácil decirlo cuando las palabras no acompañan al sentimiento, pero cuando lo acompañan y realmente la otra persona nos importa, decirlo es mostrarnos indefensos, estamos entregando el poder a la otra persona para que nos pueda hacer daño si así lo deseara, y por eso creo que nos cuesta tanto decirlo cuando es verdadero.
No sé por qué, y confieso que yo soy la primera, nos escudamos bajo una falsa apariencia de protección y seguridad. Es como vivir en una casa enorme en la playa pero equipada con varias alarmas para aumentar su seguridad, así somos nosotros, nos mostramos como personas normales y accesibles pero en el fondo llevamos instaladas tantas alarmas y tenemos tanto miedo de que puedan “invadir” nuestra intimidad, aún cuando sean personas a las que nosotros hayamos invitado, que nos protegemos detrás de unas palabras que no llegamos a pronunciar para que no nos hagan daño, o no lleguen a mostrarnos como personas vulnerables a las que realmente es fácil herir, sin pararnos a pensar que la mayoría de veces, somos nosotros mismos los que nos hacemos más daño con la sobreprotección.
Reflexiono sobre las veces que las he pronunciado, algunas de las personas a las que se las he dicho sinceramente han terminado haciéndome daño, mi ex es un ejemplo de ello. Pero también sé que hay una persona a la que no se las he llegado a decir, y muy a mi pesar, me queman en el corazón y en la garganta ya que no se las podré decir, al menos físicamente, no sé si en otra vida nos volveremos a encontrar, pero aún hoy, más de trece años después todavía me arrepiento de no habérselo dicho a mi padre.
Por eso ahora, cuando alguien realmente me importa y no se trata de reducirlo a una relación sentimental, por mucho que me cueste lo digo, ya sé que muchas veces le añado la coletilla de “y no voy borracha” pero tal vez sea esa mi manera de empezar a quitar algunas alarmas. Porque no nos engañemos, cuando una lleva un par de cubatas encima es muy fácil abrazar a los demás y decirles “te quiero mucho y conste que no es sólo porque voy medio borracha”, lo difícil es decirlo cuando no hay nada de alcohol por medio, pero también es verdad que no son palabras para ir regalando de una forma vacía. No os preocupéis por mí, que no me vais a ver andando por la calle abrazando a todo el mundo y diciéndole que le quiero mucho, ni gritándolo a los cuatro vientos, pero sí que a los que realmente me importáis ya os lo he dicho de un modo u otro que os quiero mucho y no estoy borracha. ;)

lunes, enero 05, 2009

Los Reyes Magos sí existen.

Apenas su padre se había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿Papá?
- Sí, hija, cuéntame.
- Oye, quiero... que me digas la verdad.
- Claro, hija. Siempre te la digo -respondió el padre un poco sorprendido.
- Es que... -titubeó Blanca.
- Dime, hija, dime.
- Papá, ¿existen los Reyes Magos?
El padre de Blanca se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.
- Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?
La nueva pregunta de Blanca le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees, hija?
- Yo no sé papá, que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso.
- Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es verdad? -cortó la niña con los ojos humedecidos-. ¡Me habéis engañado!
- No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen -respondió el padre cogiendo con sus dos manos la cara de Blanca.
- Entonces no lo entiendo papá.
- Siéntate, Blanquita, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla -dijo el padre, mientras señalaba con la mano el asiento a su lado. Blanca se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos: 'Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
- ¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
- Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el Portal:
- Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes., no existen tantos.
- No os preocupéis por eso -dijo el Niño-. Yo os voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
- ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
- Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños?.
- Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
- Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, YO ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.
Cuando el padre de Blanca hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me queréis y que no me habéis engañado. Y corriendo, se dirigió a su cuarto, regresando con su hucha en la mano mientras decía:
- No sé si tendré bastante para compraros algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré más dinero.
Y todos se abrazaron mientras, a buen seguro, desde el Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.

jueves, enero 01, 2009