Hace mucho tiempo escribí sobre el papel una historia sobre un granito de arena que se sentía solo entre la multitud de granitos que le rodeaban en la playa. Es curioso pero demasiadas veces ha venido esa imagen a mi mente.
El sábado celebramos el cumple de Nol y la proporción de gente de otros países casi igualaba a la de gente de aquí. Me di cuenta que realmente un simple gesto no supone tanto esfuerzo pero en cambio puede hacer que una persona que está lejos de los suyos pueda sentirse mucho mejor.
Ayer hablando con Piú me comentaba que Dun, por su carácter, se ha quedado realmente colgada y que no tiene amigas porque es incapaz de adaptarse a nadie y tienen que ser siempre los demás los que se adapten a ella. Me sabe mal, porque sé lo mal que se puede pasar, pero tal y como es, intentar decirle algo es recibir una lluvia de reproches (inventados) y de historias infantiles que ahora no me apetece.
El sábado celebramos el cumple de Nol y la proporción de gente de otros países casi igualaba a la de gente de aquí. Me di cuenta que realmente un simple gesto no supone tanto esfuerzo pero en cambio puede hacer que una persona que está lejos de los suyos pueda sentirse mucho mejor.
Ayer hablando con Piú me comentaba que Dun, por su carácter, se ha quedado realmente colgada y que no tiene amigas porque es incapaz de adaptarse a nadie y tienen que ser siempre los demás los que se adapten a ella. Me sabe mal, porque sé lo mal que se puede pasar, pero tal y como es, intentar decirle algo es recibir una lluvia de reproches (inventados) y de historias infantiles que ahora no me apetece.
Me he dado cuenta que no me importa hacer ese pequeño gesto de acogida hacia personas que se lo merecen y realmente valen la pena, en cambio, y aunque en el fondo me sigue sabiendo realmente mal, si la persona no me aporta nada bueno, el menor gesto representa un enorme esfuerzo que no estoy dispuesta a hacer.
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