sábado, diciembre 27, 2008

El valor de lo insignificante.

Seguro que si pregunto cuanto vale un modelo de coche de una marca concreta, un piso de un tamaño y ubicación determinadas o un apartamento en una playa, más o menos con un margen de error, todos tenemos una ligera idea de su valor.
Pero, en cambio, si pregunto cuanto vale una sonrisa en un momento de tristeza, una llamada en un momento de necesidad o unas palabras amables en una situación difícil, ¿sabemos valorar realmente su valor? Yo diría que no, y es que, a veces, no se puede calcular el valor de un abrazo sincero, aunque sea de un mocoso de cuatro años que te está pidiendo un masaje con una pelota de tenis mientras te sonríe con mirada complice.

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