martes, febrero 22, 2005

Felicidad

"Cada día me canso de intentar ser feliz, pero no por ello dejo de intentarlo"
Esta frase, que con su permiso he tomado prestada de un amigo ;), me ha hecho pensar en el concepto de la felicidad. Ahora que lo pienso me doy cuenta que me ha faltado preguntarle cómo lo intenta él cada día, tal vez en la respuesta encuentre la solución, pero hoy he sido lenta de reflejos y no se lo he preguntado. Yo todavía no he encontrado el supermercado que venda la felicidad envasada al vacío y con fecha de caducidad. Eso sería una cosa genial, me imagino en el supermercado, o mejor aun, en las paradas artesanales donde puedes comprar los productos naturales, entre la miel y los embutidos, pidiendole al hombre: "Hoy me llevo un queso de cabra, un quilo de miel de azahar y diez de felicidad que este mes ando un poco baja de ánimos y no me vendría mal una dosis extra". Sería una solución ideal, me imagino la gente en la cola del supermercado, entre la docena de huevos y el pan de molde con las raciones unidosis de felicidad. Ahora pensando se me ocurre otra pregunta: ¿Y si se toma una sobredosis de felicidad? Pues a ciencia cierta sé qué pasaría, pero el otro día escuché una noticia por la tele que decía que científicos estadounidenses (como no, si aquí a los científicos españoles los tienen discriminados) habían descubierto que eso del "Corazón partío" era verdad, por una pena muy grande o una alegría nuestro cuerpo segrega unas dosis muy elevadas de adrenalina y proteinas que provocan unos síntomas muy parecidos a los de un infarto, pero con la diferencia que el daño es diferente y con reposo en una semanita no queda ningún rastro de la ruptura. Bueno, esa sería la primera advertencia del envase (como en los cigarrillos): "Un exceso de felicidad puede romper el corazón. Tomar con precaución". Otro aspecto sería quien podría fabricar tanta cantidad de felicidad como para cubrir la demanda, porque si no cubre la demanda habría problemas con la especulación, el mercado negro, la adulteración,...
Así que al final, dejaré descansar la neuronilla y creo que me quedo con la frase del principio para intentar ser feliz cada día, pero en lugar de buscarla en el supermercado la buscaré donde sé que la encuentro, en las cosas pequeñas: la sonrisa de un niño, una mirada complice, una conversación agradable, una ilusión, un sueño,...

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