Cierro los ojos, siento mi cuerpo desdoblarse, salgo de mí, me siento ligera como una pluma, estoy flotando, consigo verme sentada en la silla mientras me voy alejando, soy suave como el viento, me dejo llevar.
Ya he llegado, me entretengo contemplando la entrada, a pesar de que hace tiempo que no vengo todo sigue igual, parece que no me he llegado a ir, encuentro cada cosa donde yo la dejé. Enciendo las velas, todas y cada una de ellas con el mismo mimo de siempre. Preparo el fuego de la chimenea, pongo esa música que acompaña cualquier conversación agradable y dejo que el calor de la chimenea me arrope mientras observo el fuego sentada en la mullida alfombra. Puedo sentir tu presencia, pero no consigo verte todavía, eres un presente conocido y un futuro desconocido.
Te siento llegar y es en ese momento cuando me doy cuenta que te he estado esperando lo que me ha parecido una eternidad aunque en realidad no han sido más que unos breves instantes.
Ya has llegado, empiezo a notar los sutiles cambios, sé que tengo miedo pero en el fondo no dejo que me preocupe más de lo normal, intento limitarme a mirar lo más cercano, a desgranar la montaña en pequeños granos de arena y sé que así me será más fácil irlos superando. Sé que he perdido la primera batalla, para la segunda intento cambiar la actitud y ser un poco más luchadora, sé que puedo perderla pero solo el tiempo dirá...