lunes, junio 13, 2005

Te ofrezco...

El post de hoy es más largo de lo habitual y más profundo de lo normal. Es un texto que me ha mandado S, ella me ha pedido que lo colgara ya que anoche mientras lo leía se acordó de mí y de mi situación (o al revés, no me acuerdo ;)), así que lo prometido es deuda:
"Te ofrezco como don la visión del sendero que conduce hacia la quietud del corazón. La visión del camino que pocas veces suelen escoger los hombres porque este sendero atraviesa el desierto y se desliza entre su arena silenciosa y cegada por el Sol, encontrando la soledad. El sendero, ese pequeño camino que conduce hasta la quietud del corazón, es el del valor; el valor de poder tener que enfrentarse al miedo de encontrarse a solas ocn los propios pensamientos, con las propias debilidades, con los propios límites.
En la amplitud del desierto, su presencia es como un sonido ensordecedor realmente difícil de soportar... Pero el sendero prosigue y llega hasta la cima de la Montaña Sagrada que empequeñece y aleja todo cuanto está allá abajo. La tranquilidad de ese lugar mitiga el sufrimiento experimentado y, poco a poco, alivia también los recuerdos del pasado. Ésta es la forma en la que el corazón del hombre que ha logrado aventurarse hasta allí podrá recibir y acoger esa quietud. Y su espíritu podrá escuchar la llamada del halcón que se pierde en ecos lejanos y esos ojos que seguirán su curso por los espacios infinitos del cielo poseerán la serena mirada de un ser de Paz.
A lo largo del camino de nuestra vida podemos encontrarnos ante situaciones difíciles que parecen poner en peligro la seguridad que hemos creado a nuestro alrededor. En estas circunstancias todo aquello que concierne a nuestro mundo interior es puesto a prueba, como en un examen en el que es importante verificar si aquello que hemos aprendido es una verdadera conquista del Espíritu. En esos momentos siempre se nos impone, o mejor dicho, se nos propone una elección... Y cuanto más sentimos que sufre nuestro corazón, más difícil nos resulta elegir. Cada vez que no logramos comprender y aceptar la inevitable renuncia que requiere cualquier elección, experimentamos un enorme sufrimiento. Es entonces cuando nos sentimos solos puesto que tomamos conciencia de que, de hecho, nosotros somos los únicos protagonistas de nuestra propia vida, así como del papel que de vez en cuando nos toca interpretar. Cuántas veces la angustia que nos proporciona ese sentimiento de soledad hace que afloren nuestros miedos por no lograr el éxito, por no hacer lo indicado. O qué fácil nos parece huir involucrándonos en los quehaceres cotidianos, en el caótico flujo que por unos momentos nos distrae con su rumor, impidiéndonos escuchar aquello que hacemos con nuestro propio tormento, con nuestra ansiedad. Pero lo que nos proponemos a nosotros mismos es un juego desleal... Dejamos que la mente seduzca al corazón, dejamos que lo habitúe a unas costumbres realmente inútiles, a unas necesidades suprefluas; permitimos que lo llene de palabras vacías, de pensamientos retorcidos y de falsos sentimientos y que, finalmente, nos impida escuchar su voz... Esa sutil voz que tan sólo podemos escuchar en el silencio y que conoce la respuesta; que puede hablarnos del valor, de la fuerza, de la capacidad de superar las dificultades del desierto..., de la posibilidad de "enfrentarnos" a nosotros mismos, porque este es el viaje que hemos emprendido y la soledad, que tanto miedo nos da, no es más que un engaño de la mente.
Si vamos paso a paso, nos daremos cuenta de lo fácil que resulta llegar a comprendernos a nosotros mismos, guiándonos con Amor e incitándonos a proseguir el camino, sin perdernos nunca de vista, sin olvidarnos jamás de nosotros mismos y así, cada vez que debamos enfrentarnos a una difícil elección, seremos capaces de actuar uniendo el sentimiento a la razón y obtendremos como respuesta la tranquilidad de la mente y la Paz del Corazón."

1 comentario:

Puri dijo...

Hola Dani, gracias y bienvenido tu también. La verdad es que el mérito de la entrada no es mio, yo solo me he limitado a copiar algo que me han mandado ;). Pero puedes venir siempre que quieras.
Un beso.